Luego de leer “Malcomidos”, de Soledad Barruti, me queda esta desoladora conclusión:

Las multinacionales y la industria alimentaria argentina deciden que comemos. Se producen alimentos que no son tales, envenenándonos con carnes de vacas engordadas con antibióticos y basura transgénica, cerdos torturados en la producción intensiva y frutas y verduras rebosantes de plaguicidas y otros venenos.

La entrada de Monsanto en los 90 al único país, luego de estados unidos, que le permitió hacer lo que quiso, inició la destrucción del campo como lo conocíamos, con vacas creciendo comiendo pasto, huevos de gallinas crecidas en gallineros, pollos que se alimentaban de granos no transgénicos. La expansión del monocultivo de soja, destruyo el 70 por ciento de nuestros bosques y montes, desalojó y desaloja, crímenes de por medio, a cientos de familias de campesinos. La carne que comemos es el resultado de vacas genéticamente seleccionadas comiendo maíz transgénico y antibióticos en feedlots. La catástrofe de la soja ha destruido irreparablemente el campo, la carne y los ecosistemas originarios.

Lo que comemos nos envenena, en un mundo donde poca gente se pregunta qué es lo que está metiendo en su cuerpo y que en definitiva, es lo que lo va a construir, y lo que decidirá, su estado de salud. Poco sirve confiar en dudosísimas tandas publicitarias, engañosas, con alimentos benéficos para la salud, si diariamente ingerimos carnes, frutas y alimentos procesados repletos de transgénicos, antibióticos, venenos de distinto tipo y concentración.

Los estados no les preguntan a los consumidores – quienes además viven engañados y sin criterio – sino a los CEO de las corporaciones, terratenientes y los empresarios de los agronegocios, qué es necesario hacer en materia alimentaria. Y entonces todos perdemos, porque ni el estado controla mínimamente, ni a los empresarios les interesa alimentar, sino obtener ganancias. La agroindustria nos genera  canceres, obesidad y diabetes y tantas otras enfermedades, y la industria farmacológica nos vende más venenos. No son los microrganismos los que nos matan, sino los hombres que deciden que comemos, esta terrible industria destinada a hacer pseudoalimentos para ganar dinero y no para alimentar.