La metáfora de genes alelos, representados como A y a  o B y b, proviene del trabajo de Mendel. Actualmente se sabe que no existen físicamente tales alelos, que reducir la complejidad de cualquier carácter a dos o múltiples alelos es erronea puesto que tras esa complejidad existen mecanismos generalizados, sistemáticos, como el splicing, epigénesis, y multiplicidad de factores inseparables del contexto y el devenir de cada proceso.

Cualquier análisis a partir del falso supuesto de la existencia de aquellos alelos, es totalmente errónea, falsa o ficticia. Más aun sabiendo que sería , si fuese real, solo válido para ciertos organismos eucariotas, soslayando la totalidad de la complejidad natural (¿Dónde quedan los probados casos de simbiogénesis que generan cambios evolutivos evidentes?). Por otra parte,  proyectar análisis y comportamientos de esos metafóricos alelos en poblaciones  ficticias no nos estará dando información de cómo se generan células eucariotas, novedades morfológicas, estructuras (la placenta, por decir una), aparición de planes corporales y todo gran cambio evolutivo.

¿Conocemos tal proyección de aquella metáfora mendeliana para analizar la naturaleza y que arrastra consigo un error central que invalida todo análisis posterior aun que tenga sentido solo en el marco de presunciones ficticias?

Si, se llama genética de poblaciones.

“Durante muchos años la genética de poblaciones constituyó una teoría poderosa e inmensamente rica sin virtualmente hechos satisfactorios sobre los que trabajar. Fue como una compleja y exquisita máquina diseñada para elaborar una materia prima que nadie había explotado con éxito. Ocasionalmente, algún prospector desusadamente listo o afortunado se encontró con un afloramiento natural de mena de alta graduación, y parte de la maquinaria se puso en marcha para demostrar a sus fiadores que realmente funcionaba. Pero la mayor parte de dicha maquinaria se dejó en manos de los ingenieros, siempre arreglándola, siempre mejorándola, anticipándose al día en que sería llamada a funcionar a pleno rendimiento. De improviso, la situación cambió. La veta principal fue barrenada y una profusión de hechos fueron vertidos sobre los cubos de esta máquina teórica. Sin embargo, de la máquina no ha salido nada. No es que la máquina no funcione, pues para una gran cantidad de ruidos de engranajes es claramente audible, si no son amortiguados, pero de alguna forma no puede transformar en productos acabados la gran cantidad de materias primas con que ha sido provista. Toda la relación entre teoría y hechos necesita una reconsideración.”
Richard Lewontin